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Una historia de amor – Terri-Lynn & David | August 20, 2011
20 de agosto de 2011. El último día del año, Terri y yo, junto con 4 amigos, emprendimos un aventurado viaje hacia el Parque Estatal de Garibaldi, en British Columbia, en el que caminamos cerca de 16 kilómetros en un difícil recorrido con raquetas especiales para nieve. Nuestro objetivo era llegar a un hermoso valle rodeado de glaciares a 1,700 metros sobre el nivel del mar y pasar la noche en una cálida cabaña de un refugio entre montañas. Luego de dos horas de caminata, uno de nuestros amigos sufrió un ataque de asma y tuvo que regresar; para ayudarlo en el camino de vuelta, los otros tres compañeros se le unieron. Solo quedamos Terri y yo para completar ese bello recorrido enmarcado con paisajes montañosos impresionantes. Caminamos por tres horas más hasta llegar a un lugar donde pudimos apreciar la vista de las montañas más pintorescas que hayamos visto. Llegamos a nuestro destino, el refugio del Lago Elfin, situado entre Las Gárgolas y el Monte Garibaldi.
Llegamos una hora antes de la puesta de sol, así que decidimos dejar nuestro equipaje en la cabaña, nos quitamos nuestras botas y abrimos una botella de vino, para después acurrucarnos y tener un merecido descanso ante semejante recorrido.
Luego de relajarnos tomamos nuestras mochilas nuevamente, nos pusimos las botas y caminamos hasta un cerrito cerca de la cima donde la zona alpina empezaba y los arboles terminaban; el horizonte se veía como una verdadera postal, montañas cubiertas de nieve y frondosos pinos, todo un paisaje. Los matices de azules con el atardecer empezaban a tornarse rosas y yo me apresuré a hundir una botella de champán en la nieve y le pedí a Terri que permaneciera quieta y de pie, mientras le sonreía dibujaba un enorme corazón a su alrededor. Ella no tenía la mínima idea de lo que ocurría, incluso llegó a pensar que se trataba de otra de mis bromas, porque siempre la sorprendo con detalles así. Mientras caminaba formando el corazón detrás de Terri, me acerqué lentamente a su cuello y la besé; luego me puse frente a ella y le dije en voz baja todo lo que siento; cuánto la adoro, que la amo, que me gustaría cuidar de ella; que el tiempo que hemos compartido juntos, las risas, los momentos especiales y más, es la vida que quiero, para estar siempre a su lado. Después me arrodillé, me quité los guantes y saqué de mi bolsillo una cajita con el anillo que diseñé para ella. Abrí la cajita y le dije esas pocas palabras que hasta hoy han cambiado nuestras vidas para siempre: ¿quieres casarte conmigo?
Terri inmediatamente estalló en llanto, como si un globo de agua hubiera explotado en sus ojos. Su felicidad la llevaba a expresar muchas emociones, reía, lloraba y brincaba de un lado a otro diciendo esa palabra mágica que yo tanto esperaba: ¡Sí, sí sí, un millón de veces!, para luego abrazarnos y darnos el beso más largo y más lento de nuestra historia juntos. Luego de la romántica escena nos dejamos caer en la nieve y brindamos con una copa de champán y juntos fuimos testigos de una de las puestas de sol más estupendas de la zona montañosa de British Columbia.
La mañana siguiente nos despertó un precioso cielo azul. El fresco aire alpino y la perfumada brisa de las montañas nos dieron la fuerza para emprender el largo camino de regreso. Llegamos al refugio como pareja, pero al volver a casa éramos ya dos personas comprometidas, dos mejores amigos, compañeros, decididos a vivir felices por siempre.
La foto que enviamos fue tomada momentos después de que ella me dio el “sí”. Pusimos la cámara en la punta de la botella de champán para tomarnos una foto ¡en medio de la naturaleza!