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Bitácora de viaje por Puerto Vallarta

Para quienes visitamos Puerto Vallarta provenientes de grandes ciudades, el ritmo de vida que se respira en este puerto parece no cobrar factura al tiempo. Quise escaparme unos días a esta playa para comenzar a planear mi siguiente proyecto y la experiencia no pudo ser más placentera.

La piscina principal está flanqueada por altas palmeras y cabañas de playa a solo unos pasos del aquabar, desde donde desfilan sofisticados cocteles hechos a la medida y tropicales cocos con un toque de licor. El ambiente de relajación, exclusivo para adultos para garantizar el descanso, abre un breve paréntesis para padres de familia que viajan sin niños, parejas que celebran decenas de años compartiendo juntos o jóvenes enamorados que buscan el romance tropical de Puerto Vallarta, –e incluso para viajeros solitarios como yo– con un solo objetivo: descanso y privacidad.

Olvidarse de todo excepto de deleitar los sentidos es la clase de momentos que Casa Velas diseña con un gusto exquisito para sus huéspedes, ya sea catando sus mejores vinos en una tarde organizada en la terraza de pisos de barro y techos plegables de lona al estilo mediterráneo, o durante las animadas noches en el Club de playa a la luz de las velas, con la piscina tenuemente iluminada que mira a la bella Bahía de Banderas.

Sus suites presumen unas vistas estupendas al campo de golf y cada una goza de una privacidad envidiable. La puerta hacia mi terraza descubría un íntimo jardincito cercado por frondosos arbustos, en el que pude disfrutar de horas de relajación dentro de la piscina de inmersión –asegurándome de ordenar servicio a la suite antes de iniciar el ritual–.

 

La gastronomía merece una mención aparte, no solo por tratarse de un hotel Todo Incluido, sino porque mi estancia superaba los siete días y las opciones tienden a volverse monótonas cuando decides no salir de tu hotel. No es el caso de Casa Velas, pues cada día había una sorpresa esperándome en Emiliano, el elegante restaurante de tres plantas escalonadas, altos techos y ventanales enormes para apreciar la terraza. Su menú ha sido premiado con 4 Diamantes, así lo pude constatar con su atún encostrado con semillas de chiles secos y hierbas frescas servido sobre un humeante risotto de cilantro y mole amarillo, o con su exquisito petit chateau de res sobre col a la canela y jugo de ternera con pesto de chile cascabel. Por si el menú de más de 20 platillos fuera poco, todos los domingos el restaurante presenta una selección de platillos, también 4 Diamantes, de sus restaurantes hermanos –­Frida, Lucca y Piaf– en Grand Velas Riviera Nayarit. Insuperable.

Tratar de describir el lujo que envuelve a este hotel boutique no haría justicia a su belleza, así que dejo que las imágenes hablen por sí mismas.

Escrita por: Karime Infante

 
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