Probablemente esta sea la nota más cursi que me atreva a escribir o probablemente estoy mintiendo, pero vaya… es inevitable para mí compartir uno de los placeres más simples de la vida y desde que vivo aquí, en la ciudad de Puerto Vallarta, trato de disfrutarlos cada vez que tengo oportunidad. Estoy hablando de coleccionar atardeceres.
Me encanta cuando un atardecer me encuentra después de haber estado trabajando todo el día. Contemplar ese momento exacto en el que el sol se confunde con el horizonte es uno de los mejores espectáculos naturales que existen.
Cada día es diferente; me gustan esas tardes cuando el cielo parece un bonito accidente, como cuando se derrama una copa de vino tinto sobre un lienzo azul inmaculado. También esos cielos bañados de luz y rayos que tiñen el mar de oro, los días estivales de nubes con destellos rojizos tornándose en rosa como algodones de azúcar, y los domingos con matices de un cielo morado que se funde con el azul infinito del océano.
El sábado pasado paseaba por el malecón alrededor de las 6:40 de la tarde, justo el momento en el que el sol se esconde y los problemas se hacen pequeños. Levanto la vista, observo las aves y las palmeras, miro otras vidas pasar mientras resplandecen todos a la luz de un perfecto atardecer. Ese sol que cae y se despide en una suntuosa sinfonía de fiesta y color.
Si como yo también disfrutas de los atardeceres, te recomiendo que la próxima vez que visites Vallarta-Nayarit y te encuentres de paseo, vayas al café o bar más cercano donde puedas sentarte y acompañar la vista con una copa de vino, una cerveza o un buen libro.