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5 atardeceres inolvidables en Puerto Vallarta

 

Hace días vi un video que despertó muchas cosas en mí; ese sentimiento de preguntarme: ¿qué estoy haciendo de mi vida? Me recordó a una frase de algunos años atrás que también me conmovió, decía más o menos así: “Si por lo menos al día no hay algo que te sorprenda, debes ir al oculista”.

A veces no nos damos cuenta de lo afortunados que somos por poder abrir los ojos al amanecer y apreciar los regalos que nos da el planeta donde vivimos. Las cosas más sencillas son las que nos cuesta más apreciar.  

En Puerto Vallarta puedes admirar los atardeceres más bellos del mundo, esos que te arrancan un suspiro y se convierten en un pensamiento para toda la vida. Te comparto algunos de ellos, desconocidos, de personas que quizá jamás conozcas o que tal vez te has topado en alguna caminata por el mundo. Ellos te cuentan un atardecer que marcó un instante de su vida.

“¿Qué es lo que hace inolvidable un momento? Muchos tendrán sus diferentes razones: el lugar, las personas, el clima, o simplemente varios elementos alineados perfectamente en el momento correcto. Pero para mí, lo que hizo inolvidable aquel atardecer fueron los múltiples recuerdos y emociones que el cielo me hizo sentir.

Es increíble como el mar combinado con los mágicos colores naranjas del atardecer, pueden desempolvar específicos momentos de la vida, algún logro del pasado, el recuerdo de la familia unida, amigos juntos disfrutando e incluso la chica que te ha robado el pensamiento y la vida misma, logrando así crear la chispa de que todas las personas que amas pudieran estar viendo la obra de arte que el sol y las nubes estaban pintando.

Ese atardecer logró crear un sentimiento de nostalgia y alegría; tristeza porque el día estaba llegando a su final pero alegría porque pronto podría iniciar nuevamente al amanecer. Un sentimiento de ansiedad y tranquilidad; la angustia de saber que el sol se escondía pero el choque de las olas contra las rocas y el vaivén del mar creó una armonía necesaria para poder apreciar los colores. Todo eso en lo que el sol se ocultaba y nos regalaba los últimos rayos de luz coloreando el cielo y las nubes de vivos naranjas contrastando el azul del mar de Puerto Vallarta.

Decidí capturar el momento y regalárselo a la persona que se cruzó en mi mente justo en el momento que el sol comenzó a desaparecer.”

Alam Castillo

“Uno de los momentos más agradables al mudarme a esta ciudad fue disfrutar del atardecer mientras caminaba por el malecón. El atardecer del día anterior no se parece al de este día y ahí radica la magia. Nunca sabes con qué colores te va a sorprender, si sentirás melancolía, calma o una felicidad que no puede describirse.

Para un foráneo es el antídoto perfecto para no añorar todo lo que has dejado atrás, lo que conoces para embarcarte a lo desconocido.

Lo primero que hice al llegar a esta ciudad fue caminar por el malecón y encontrarme con esa acuarela en el cielo, confieso que en ese momento un par de lágrimas se asomaban al estar en una ciudad que solo la conocía por su nombre.

Puerto Vallarta me ha regalado tantos atardeceres para coleccionar que podría acomodarlos delicadamente por color, sentir y estación.

Esta magia solo la puedes encontrar acá, los colores contrastan perfecto con el mar, acuarela perfecta y motivo de inspiración para los foráneos soñadores, como yo.”

Frida María

“Es cierto que un atardecer puede llegar a hacernos sentir infinidad de cosas. Al menos en mi caso, sí. Tranquilidad, asombro, nostalgia y hasta cierto romanticismo, tal vez por el juego de luces y colores que van desde un rosa o morado hasta un anaranjado rojizo, así como las texturas y figuras que las nubes dibujan en el cielo. Pero en realidad no es solo por eso que me cautivan tanto.

Ese día lo recuerdo muy bien. Estaba sentada viendo al sol irse y escuchando el vaivén de las olas del mar. Todo estaba puesto para ser un escenario zen. Llámenlo como quieran: un momento depresivo, sensibilidad, cursilería, hormonas… pero el atardecer provocó que se desencadenaran miles de pensamientos y sentimientos que al final me llevaron a tomar una de las decisiones más importantes que han cambiado mi vida. Eso es lo que los hace tan especiales, porque parecen aclararme la mente en cuestión de segundos. Descubrí, irónicamente, que la naturaleza en realidad tiene un poder sobrenatural en mí.

Ahora cada vez que quiero encontrar paz, recurro a un atardecer. Si quisiera maravillarme por algo, también lo haría porque cada día nos brinda un espectáculo distinto. Pero lo más valioso e importante fue el haber sentido una inmensa gratitud por poder disfrutar plenamente de los detalles más sencillos que la vida nos regala.”

Verónica Toro

“La primera vez que visité Puerto Vallarta tenía solo 7 años de edad, mi tío nos había llevado a comer la hueva de pescado. Desde entonces Vallarta es un nombre que llevo en mi mente porque fue ahí donde conocí el mar por primera vez.

Pasaron diez años hasta que regresé al puerto, esta vez con los compañeros de clase para viaje de fin de curso. Estaba más enfocado en asegurar que mis acompañantes se llevaran una buena impresión de México ya que todos eran extranjeros. Quizá no pude disfrutar del mar ni de la playa, porque nuestra principal misión era desvelarnos y probar alcohol libremente todas las noches en Zoo de Vallarta.

En el verano de 2010 decidí que era tiempo de regresar a aquel lugar que me traía olores y recuerdos del Pacífico, por fin llegaría esta vez solo a disfrutar de Vallarta. No sabía lo que me esperaba, las ocasiones anteriores había estado acompañado de mi familia y los alumnos de mi clase. Pero esta vez ya con algunos años más, me disponía a conquistar aquel hermoso puerto que tantas veces escuché mencionar.

Desde mi llegada al aeropuerto sentí que estaba a punto de vivir una aventura sin igual, al entrar al hotel me vi en casa, todo lo que me rodeaba era familiar. Las palmeras, la arena, las olas y el sol. Decidí que era hora de lanzarme a contemplar el mar y confesarle que todos estos años había anhelado verle nuevamente. Solos frente a frente, me quedé tendido en la playa hasta que el sol se despedía, el escuchar el vaivén de las olas, el tan solo imaginar la inmensidad del horizonte sin fin, me hicieron entender que solo era un hombre normal, pequeño e insignificante, pero que tenía el privilegio de estar ahí; en una entrevista privada con la maravilla más grande de la naturaleza.

Me habían contado que los atardeceres en Vallarta eran diferentes a todos los demás, yo solo repetía esa frase pero no guardaba mi mente recuerdo de atardecer alguno. Pero ese día estaba siendo testigo y viviendo con emoción lo que sería el primero de muchos atardeceres inolvidables. Un lugar que me brindaba la paz que siempre busqué, donde el mar me invitaba a contarle todas mis penas y mis sueños.

He tenido la oportunidad de vivir cerca del mar, algunos de aguas turquesas y arenas blancas, he viajado por el mundo conociendo lugares que también son bañados por las aguas de los diferentes mares, pero jamás me he logrado sentir en casa. He tenido que regresar a Vallarta y entrevistarme con el mar muchas ocasiones, porque es en donde me siento bien, donde sus casas con techos de teja siguen dando un toque muy pintoresco, donde la corona de su parroquia continúa siendo símbolo de la ciudad en el mundo. Es ahí en su calles de empedradas y su malecón lleno de turistas, locales, artistas y vendedores, hacen de este puerto uno de los más bellos del planeta. Es ahí donde acudo cada vez que siento la necesidad de estar en paz conmigo mismo, porque sé que siempre me está esperando el mar para aconsejarme; y a través del arrullo de sus olas brindarme las respuestas que tanto busco. Igual que aquella tarde, mi gran amigo el mar y yo, tenemos una cita cada verano desde aquel atardecer de 2010.”

Jesus Ybanez

“Recuerdo el primer día que toqué la tierras de los “pata salada”; un escuinapense en Puerto Vallarta, con mi mochila llena de emoción y a la vez nostalgia por dejar atrás a mi familia, amigos y todo lo que ya había creado en mi anterior casa.

Vengo de un lugar donde ir a la playa es de todos los domingos, la principal fiesta es dedicada a una playa y una de las principales actividades económicas se relaciona con el mar; por lo mismo, nunca había apreciado de manera diferente un atardecer.

Hasta ese día, entre la tristeza de haber dejado a todos mis seres queridos y la oportunidad de un nuevo comienzo, hizo que me recostara en la arena dorada del puerto y solo me concentrara en el vaivén de las olas y el descenso del sol.

Quedé hipnotizado con la combinación de colores y ver como el sol se escondía entre la infinidad del mar. Ese primer atardecer me hizo recordar mi tierra y sentirme como en casa.”

César Lerma

Cada fotografía es la captura del instante que esas personas no pueden olvidar. La magia de un atardecer en Puerto Vallarta te puede deslumbrar tanto que puede ser tu acompañante toda la vida.

Comparte con nosotros tu historia, para agregarla en la segunda parte de esta nota.

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